El teléfono rojo - TDAH y ansiedad - artículo completo

Psicología

TDAH y Ansiedad

Hoy vamos a hablar de ansiedad y de cómo esta se relaciona con el TDAH. Dentro del patrón TDAH, existen perfiles muy distintos. Estas distintas presentaciones se establecen, además de por los predominios (inatento, hiperactivo, combinado), por cómo se combinan con otros trastornos, rasgos de personalidad y circunstancias individuales de cada uno de los casos. En este artículo, intentaremos acercarnos un poco más a como el factor «ansiedad» trasforma totalmente la presentación visible de la disfunción ejecutiva característica del TDAH. Para comprender la relación tan estrecha que existe entre TDAH y ansiedad, primero debemos explicar ciertas características del TDAH y acotar a qué llamaremos ansiedad, ya que de forma completa la ansiedad es un término muy amplio y bien complejo. No debemos confundir la ansiedad con los trastornos de ansiedad, que son trastornos producidos por excesos de esta.

La ansiedad es lo que todas las personas vivimos ante un estímulo de alta intensidad (como una araña), sin hacer diferencias si la emoción que hay bajo el estímulo es preocupación, miedo, enfado, etc.

¿Pero qué hace que un estímulo sea de alta intensidad?

Todas las personas vivimos, pensamos y sentimos en función de un «grado de activación» al que estamos sometidos. Por ejemplo, funcionaremos de forma muy diferente si estamos completamente relajados o muy nerviosos. A este grado de activación, de ahora en adelante lo llamaremos arousal

Aunque el arousal pueda percibirse en tus pensamientos, conductas o en tu cuerpo; en realidad, es un grado de activación emocional, porque son las emociones y solo las emociones lo que marca la intensidad de las experiencias. Cuando estamos activados, estamos siempre activados sobre una o varias emociones. Así, si de repente vemos una cucaracha caminando por nuestra pierna, nuestro cuerpo reaccionará aumentando el nivel de arousal y tendremos una rápida reacción debido al asco que el estímulo nos produce.

El arousal lo podemos interpretar como un termómetro, cuyos extremos corresponden con el sueño en la parte más baja y el pánico en la más alta. En la parte baja de la barra, nos quedamos atontados, nos entra el sueño, y, finalmente, nos dormimos. Si durante el sueño, se eleva demasiado el nivel de arousal; por ejemplo, con una pesadilla o con una preocupación, nos despertaremos.

La parte alta representa los niveles intolerables de intensidad estimular, donde pueden ocurrir distintas cosas: la entrada en pánico, que es una respuesta extrema de ansiedad; el bloqueo, catatonia o shock, en el que todo el cuerpo y la mente quedan bloqueados; y la desconexión, en la que aparentemente la persona no está en crisis, pero en realidad, mentalmente esta distanciada de su realidad. Tanto el bloqueo como la desconexión son estrategias fisiológicas naturales de supervivencia para evitar entrar en pánico en determinadas situaciones. En cualquier caso, de seguir subiendo el arousal se produciría un desmayo y un «reseteo» mental con una amnesia retrógrada, es decir, que no recordaríamos nada del suceso estresor. En la fase inferior a la anterior nos encontramos el «secuestro emocional», también conocido como secuestro amigdalar o zona de desregulación emocional, esto es la zona en la que nuestro cerebro más primitivo toma el control para garantizar nuestra supervivencia. Esto es a lo que todos le llamamos «perder los papeles», «ponerse histérico», «ponerse como loco» 

Todas estas expresiones de lo que nos hablan es de que el individuo que se encuentra en ese estado se verá incapaz de razonar, escuchar, tener autocontrol o guardar la calma. En general, todas las personas podemos recordar el haber estado infinidad de veces en ese estado y algunas, incluso, pasan casi todos los días por períodos de desregulación emocional, pudiendo llegar a normalizarlo. En el medio de la barra se encuentran los aróusales medios, la «zona de eficacia para la tarea», teniendo en cuenta que distintas tareas pueden variar levemente sus necesidades de activación. Así, para ver la tele, no necesitamos el mismo arousal que para salir a correr. Hasta aquí, es algo generalizado a todas las personas del mundo. Pero, cuando hablamos de TDAH, esto no es exactamente así.

Las personas con TDAH tienen una zona de eficacia para la tarea mucho más reducida y algo más elevada que el resto de la población (como se puede ver en la foto). Es decir, que las personas con TDAH necesitan un grado de activacion, interés, motivación natural mas acotado, reducido y elevado para poder procesar adecuadamente los estímulos, esto es, para poder prestar atención adecuadamente. Por eso, decimos que el TDAH es un trastorno que únicamente afecta a estímulos de intensidad media donde sí existe una diferencia con el resto de las personas.

En los estímulos bajos nadie procesa conscientemente la información y se resuelven mediante automatismos, los extremadamente altos tampoco se procesan y se resuelven desde las zonas más primitivas del cerebro por secuestro emocional, y todo el mundo procesa los altos conscientemente desde el foco de atención. Sin embargo, es en los estímulos medios donde las personas con TDAH tienen dificultades al no lograr procesarlos adecuadamente en comparación con el resto. Es decir, cuando el estímulo sí es del interés de la persona, no hay problemas de ejecución.

Por ejemplo, cuando se trata de jugar al Fortnite (un estímulo de interés alto), no hay TDAH que valga, pero cuando se trata de llevar las llaves (un estímulo de interés medio), es entonces donde el TDAH más falla significativamente. Ahora bien, esto ocurre con todas las emociones, desde la alegría o la ilusión, hasta el miedo. Si pones a un TDAH en la siguiente situación: «si pierdes las llaves, un francotirador te reventará la cabeza, pero, si no las pierdes, ganarás 10 millones de euros» será poco probable que las pierda, al menos mientras le dure el subidón.  Es por eso que, cuando metemos un grito, también aumenta su nivel de atención. Lo que ocurre con estos formatos es que son dependientes de factores externos por lo que, con el paso del tiempo, el cuerpo se acostumbra y pierden su eficacia.

Todo esto que acabamos de explicar responde muchas preguntas relacionadas con el TDAH:

¿Por qué el TDAH no era igual en tiempos de nuestros padres y abuelos?

Porque, si te movías o despistabas, te pegaban y eso es, sin duda, un estímulo de altísima intensidad.

¿Por qué se mueven los hiperacticvos?

La hiperactividad motora o hipercinestesia funciona como forma de compensación, si me muevo, si participo, si hablo o si voy a afilar; entonces, subiré mi arousal y eso me facilitará la antención.

¿Por qué se le dan estimulantes a niños hiperactivos que supuestamente tienen exceso de energía?

La eficacia de los psicoestimulantes se explica precisamente porque aumentan la cantidad de estímulo recibido y elevan su arousal, es decir, que las cosas son percibidas con más intensidad y así podemos fijarnos en ellas. Que «a los TDAH los estimulantes les relajan» es falso, o como poco, impreciso. Y eso de que «tienen exceso de energía» también es falso. Supongo que surge como un intento de explicar con una metáfora simple una realidad compleja, como cuando a los niños se les decía que los bebés los traían las cigüeñas de París, pero en esto, más que simplificar la realidad resulta todavía más confuso.  

Cuando en TDAH hablamos de la compensación con ansiedad, no nos referimos a cualquier tipo de ansiedad, sino específicamente a la ansiedad producida por el miedo, la preocupación y anticipación de posibles errores ejecutivos que tan comúnmente hacemos los TDAHS (a los que de ahora en adelante llamaremos tedeachadas).

Es así, como muy habitualmente muchas personas con TDAH superan sus obstáculos vitales durante media vida, sin que nadie llegue a percatarse de que, en realidad, existe un problema de atención. Esta estrategia compensatoria natural es útil y, en cierta medida, necesaria, pero, cuando crece y se expande descontroladamente, puede llegar a desarrollar otras patologías como los trastornos de ansiedad.

Por eso, cuando se presentan juntos un TDAH y un trastorno de ansiedad, es fundamental tratar los dos trastornos a la vez, de a poquito uno, de a poquito el otro, porque si no, finalmente la ansiedad se disparará.

Descripción de perfil típico de persona que acude a consulta

Describiré un perfil típico, pero me gustaría que tuvierais en cuenta que existen en una gran diversidad de casos y el descrito es solo un perfil que es muy habitual encontrarse en consulta. Paciente de entre 30 y 50 años, habitualmente mujer y también habitualmente madre o hija de algún TDAH.

A causa de la ansiedad, acude al médico de cabecera. Este le receta ansiolíticos, que cumplen su función y bajan su ansiedad, pero, al hacerlo, dejan ver algo que permanecía oculto desde tiempos inmemoriales y una semana después de comenzar su tratamiento, se deja olvidado su bolso en una cafetería. Es entonces donde comienza el perverso negocio del banco de la ansiedad. Un banco que presta energía a la persona en forma de ansiedad a un altísimo coste. ¿Cómo se contacta con ese banco? Su número no se encuentra en las páginas amarillas, sino dentro de ti. El teléfono rojo para llamar a esta línea de crédito rápido no tiene ruedas y se llama «autopunición».

La persona empieza a decirse a sí misma «ya he vuelto a fallar», «soy un desastre», «seré tonta», «¿dónde me lo habré dejado?», «tengo que recuperar el bolso sí o sí, ya que, si no lo hago, perderé la confianza en mi autoeficiacia y seré una persona que no sirve ni siquiera para cuidar sus propias pertenencias», y un sinfín de daños autoprovocados.

Y, así, cae en la estafa y realiza esa llamada que solucionará el problema a corto plazo, ya que con la autopunición subirá su ansiedad base, estará más atenta a sus pertenencias y no perderá más el bolso. Pero, como todo usurero, el banco de la ansiedad pone un alto precio, y las consecuencias de la ansiedad reaparecen de muy variopintas maneras: problemas de sueño, sudoraciones, vuelcos al corazón, hiperalerta, desregulación emocional, mal humor, tristeza y un larguísimo etcétera. Es, entonces, cuando regresa al médico de cabecera, para que solucione ese problema de ansiedad. Este sube la dosis o busca un cóctel más potente, ya que, por suerte, la medicina cuenta con recursos para ello, y logra calmar su angustiosa ansiedad. Después de modificar su tratamiento, se encuentra mucho mejor, más calmada, más serena, pero al cabo de una semana se olvida de recoger a sus hijos en el colegio?. Y el teléfono rojo vuelve a sonar.

Si de alguna manera, te ves identificado en el relato, te recomiendo que acudas a un profesional especializado y dejes de intentar compensar los despistes con ansiedad, pues el precio que hay que pagar por llamar a ese teléfono rojo es realmente caro. Solo tienes que buscar en internet «posibles o probables consecuencias del estrés y la ansiedad».  

Javier Estévez Rodríguez Psicólogo y director general de Unidad Focus  

Escrito por: Javier Estévez
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