El fallo de fallar Muchas veces en mi vida escuché que está bien fallar. Que está bien equivocarse. Que de los fallos se aprende. Y, por muchas veces que lo escuchara, no lo entendía. Algunas veces quería entenderlo y ver los fallos como algo positivo, pero? cuando aparecía el fallo?dejaba de entenderlo y aparecía la autocrítica para recordarme lo malo que es fallar. Es como una contradicción, está bien fallar, pero da miedo el fallo y se intenta evitar. Desde mi punto de vista, el problema no es el fallo, sino cómo lo entendemos para poder aceptarlo como una parte más del camino. Para verlo de esta manera, deberíamos empezar a ser más conscientes de su criminalización. Un ejemplo común que solemos vivir es en nuestra etapa escolar cuando nos dan las notas. Otra vez, el problema no son las notas en sí, es la interpretación que hacemos de ellas. Cuando una persona saca cualquier nota (un 4, un 6, un 3), no valoramos lo que sabe, sino lo que no sabe, lo que falló. Muchas veces en consulta escucho la frase «ha sacado un nueve, casi perfecto». O aún peor, sacar un 10, que es perfecto. Aquí tenemos la incongruencia, si fallar es bueno, si fallar forma parte del aprendizaje, ¿por qué nos alegramos de no tener ningún fallo? Tan bueno no será que, cuantos menos fallos haya, más felicitaciones, reconocimiento y/o premios tendremos. Nos repiten que fallar forma parte del aprendizaje, pero fallar implica que no puedes superar el temario y que tienes que repetirlo (en otro futuro examen), ¿eso realmente es fallar? Ya que a veces parece que fallar es no saberlo todo (no acertarlo a la primera). Si sacas un 9, has fallado una. Es normal que nos cueste ver los fallos como ventanas de aprendizaje si aprendimos a conceptualizarlo así. Cuando somos niños, vamos aprendiendo muchísimas cosas, siendo esponjas que absorbemos la información sin saber muy bien ni qué, ni cómo ni de qué manera. A esta información no solemos darle mucha importancia porque, pasado un tiempo, se vuelve automática. No la pensamos, es así. Esto también nos pasa en cómo interpretamos los conceptos, habiendo aprendido a interpretar y vivenciar los fallos de forma automática y no nos damos cuenta de estos automatismos, son así. Un momento muy habitual es cuando las personas nos solemos dar cuenta de estos automatismos y salimos de nuestro entorno habitual y la gente los resalta como algo «no obvio» o «no de toda la vida». Es algo que tú aprendiste en tu vida. Volviendo al fallo, el concepto del mismo también lo aprendimos sin darnos cuenta, junto con la contradicción que el mismo supone. No obstante, en otros contextos, los fallos sí que se ven como parte del aprendizaje, como una parte normal y natural del proceso. El contexto donde mejor lo he visto reflejado es en los videojuegos. Puede parecer extraño, pero dejad que me explique. En la mayoría de los videojuegos hay un primer apartado donde se te enseña cómo interactuar con este, qué botones apretar y ponen intentos ilimitados para que aprendas. ¿Cómo aprendes? Fallando, una forma muy lícita de aprender. Voy a poner un ejemplo que viví yo con el Mario (de Nintendo). Cuando me dieron por primera vez un mando, me dijeron que se movía con las flechas y que se saltaba con la «a». Yo entendí las instrucciones, pero en el momento de saltar, cliqué el botón tarde y cometí un fallo. El juego no pone nada más que una musiquita y te vuelve a poner al principio del nivel para que lo vuelvas a intentar las veces que necesites. Y, cuando saltas y superas ese obstáculo, te sientes bien. Y aparece otro obstáculo. Y lo intentas las veces que necesites para superarlo. Y, a medida que avanza el juego, la música y los refuerzos positivos cada vez que consigues algo, hacen que te sientas bien. Te puede frustrar fallar y, a veces, quieres dejar el juego momentáneamente (o no), porque requiere un gran número de fallos (si el juego te gusta). Esta frustración, de seguir y seguir intentando pasarte el nivel es muy sana porque se ve como parte del mismo juego. Un juego fácil aburre rápido a la persona y deja de jugarlo. La frustración es necesaria en cualquier juego para poder jugarlo y divertirte. Pero, ¿y si el juego no te gusta (o no te gusta jugar a videojuegos)? En los primeros fallos lo dejarás. Pero, ¿qué pasaría si no puedes dejarlo y tienes que seguir? Eso ya le generaría malestar a cualquier persona. Pero ¿qué pasaría si cada vez que fallas, te dicen todo lo mal que lo has hecho, recordándote todo lo bien que lo tienes que hacer y todo lo que tienes que esforzarte? Uf, parece duro de imaginar, pero es una realidad muy común, tanto en las escuelas como en el trabajo, provocando cansancio y estrés. Seguimos con la metáfora de los videojuegos un poco más. Imagínate que a la persona le gusta ese videojuego, es uno de sus favoritos y disfruta mucho con él. Y tiene una persona al lado que no para de recalcarle los fallos, lo mal que ha hecho alguna cosa o lo bien que lo podría hacer, o exigiéndole que se esfuerce más por hacerlo. Cada vez que he hecho esta metáfora en consulta, la persona que tenía delante me dijo que dejaría el videojuego. Aunque a la persona le guste, es importante tener en cuenta que remarcar los fallos y criminalizarlos puede provocar también el cansancio y el estrés en cualquier ámbito. ¿Qué tenemos que hacer ante los fallos? Para saber qué tenemos que hacer ante los fallos, lo primero es tener que ir viendo cómo lo entendemos, cómo nos hablamos a nosotros mismos cuando fallamos, en qué contexto nos permitimos fallar y en cuáles no. Tenemos que escucharnos a nosotros mismos y ver cómo nos sentimos ante un fallo. Este tema es muy conveniente poderlo trabajar en terapia y poder ir desgranando qué significa el fallo para cada persona y cómo podemos lograr recuperar la capacidad de aprendizaje del mismo. Ferran Vilalta Abella Psicólogo general sanitario
El fallo de fallar
09 may 2021
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Administrador Duacode