El cambio
Es un concepto que muchas personas quieren y anhelan y muchas otras temen y evitan. Con el cambio, queremos descubrir cosas nuevas: encontrar sitios, lugares, comidas, experiencias, películas, historias, juegos, personas y otras experiencias que desconocíamos. Y, a la vez, a mucha gente le da miedo conocer algo nuevo porque ello implica un riesgo: un riesgo a que no le guste, a perder el tiempo, a no estar cómodo, a estar en peligro, etc. Por ello, estas personas acostumbran a hacer lo mismo de siempre y quedarse en la zona que se suele llamar de confort.
Aunque muchas veces se ha hablado de la zona de confort como algo «negativo» o «que hay que evitar»; en verdad, pienso que todos estamos, como mínimo, en esta zona, al menos, en un ámbito de nuestra vida. Por ejemplo, ir a tomar el café siempre al mismo bar, escoger el mismo estilo de ropa de manera continuada, quedar con los amigos de toda la vida, ir a comprar a las mismas tiendas, etc.
Tener una costumbre no es mala de por sí, ya que las personas necesitamos tener unos patrones rutinarios para poder vivir y organizarnos. De hecho, cuando hacemos muchas veces lo mismo, nuestro cerebro vuelve dicha conducta en automática, para que cada vez que se haga, tenga que invertir menos atención. El ejemplo clásico para entender los automatismos es conducir. Cuando empezamos a conducir, tenemos que estar atentos a muchos elementos: el volante, los retrovisores, las marchas, el embrague, etc. Pero, a medida que se va cogiendo práctica, se automatizan, requiriendo menos atención. Por ende, se puede estar atento, a mayores, a otras cosas, como poner música o hablar con el compañero. Estos automatismos son muy adaptativos, permitiéndonos sobrevivir y poder aprender cada vez más cosas.
Las costumbres o la zona de confort son adaptativas; así como es adaptativo sentir cierta ansiedad cuando salimos de ellas y hacemos algo nuevo. La ansiedad es una emoción que nos permite estar más atentos ante los eventos desconocidos a fin de poder reaccionar mejor ante la situación. Cuando la situación pasa de conocida a desconocida, la ansiedad aumenta; por lo tanto, la ansiedad ante los eventos nuevos también es adaptativa.
El problema no adaptativo se produce cuando las personas mantenemos las costumbres porque salirse de ellas nos genera ansiedad, porque se tiene la expectativa de poder realizar un cambio sin ansiedad. Como hemos ido hablando, esta forma de pensar no es posible, ya que todo cambio genera cierta ansiedad, una ansiedad natural y adaptativa para estar atentos. Por eso, cuando a estas personas que tienen miedo al cambio, se atreven a hacerlo, esperando que no tengan ansiedad e, inevitablemente, la sienten, se les confirma la idea de que el cambio es malo y de que es mejor mantenerse en el «no-cambio» constante.
El «no-cambio»
El «no-cambio» es un problema, dado que nuestro sistema está preparado para los cambios. Las personas necesitamos el cambio para poder seguir desarrollándonos, ya que, si no cambiamos, nos sentimos estancados y rápidamente aborreceremos nuestro día a día (o la conducta repetida). Por ejemplo, intenta comer cada día lo mismo.
Para este ejercicio puedes escoger la comida que más te guste, pero tienes que comerla de desayuno, de comida, de merienda y de cena. En 1, 2 o 3 días, te cansarás de esa comida y querrás y necesitarás otro sabor. Aunque esta comida que has escogido tuviera todos los nutrientes necesarios para el cuerpo, la aborrecerías. Nuestro cuerpo está preparado para el cambio en todos los sentidos, alimentario, situacional, de intereses, etc., así como también en el ámbito temporal. Si tenemos 20 años, no es adaptativo hacer lo mismo que a los 8 o, si tenemos 40, no es adaptativo hacer lo mismo que a los 20.
La persona a la que le da miedo el no cambio suele argumentar que es mejor estar como está, que los cambios son malos y que no le aportan nada, entre otras justificaciones. Al no poder cambiar y adaptarse mejor a la situación, esta persona está sufriendo tanto por la monotonía, como por el hecho de no verse capaz de hacer un cambio. A veces, la argumentación que dan para convencerte (o convencerse) de que es mejor el «no-cambio» pueda ser muy buena y convincente. Sin embargo, tenemos que observar el problema interno de su argumentación, que está justificando no poder hacer el cambio, pero que le gustaría poder hacerlo. Hay que tener en cuenta que, si no necesitase el cambio, no le haría falta justificar nada, debido a que sería un aspecto natural y adaptativo de la vida.
Los cambios son parte de la vida, son naturales y adaptativos. A veces se argumenta que es mejor estar constantes (refiriéndose en no cambiar) cuando la constante de la vida es el propio cambio.
Ferran Vilalta Abella
Psicólogo General Sanitario de Unidad Focus
El cambio
02 sep 2020
Escrito por:

Administrador Duacode
1 Comentarios
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Glo20/04/2023 16:10Felicitaciones, gracias por dejar estos pensamientos escritos.