Sobreviviendo a la herida infantil: trauma del desarrollo Aunque no es una definición oficial o formal, el trauma se trata de un evento o experiencia tras el cual la persona no vuelve a ser la misma porque le produce un bloqueo y excede su capacidad de afrontamiento. Estas experiencias traumáticas quedan sin integrar y, cuando volvemos a ellas, nos siguen generando malestar y dolor. Cabe destacar que el trauma no sólo son experiencias que ponen en peligro la integridad física de la persona (una guerra o un accidente), sino también aquellas situaciones que rompen el equilibrio psicológico de la persona y van generando una herida emocional en ella. Aparentemente, son insignificantes o de origen difícil de especificar, y con un efecto acumulativo que alteran el funcionamiento emocional de la persona (negligencia, conflicto interpersonal, humillación, infidelidad, etc.). Por tanto, lo relevante no es la experiencia traumática en sí, sino la vivencia de la persona de ese evento (o eventos). La peculiaridad en el denominado trauma del desarrollo es que el trauma se ha sufrido a una edad temprana y está relacionado con la crianza de la persona, por lo tanto, ha sido prolongado en el tiempo e interpersonal. El niño puede haber estado expuesto a maltrato físico o emocional, abuso sexual, apego alterado o inexistente, abandono o cualquier otra forma de negligencia intrafamiliar. Desde ese momento, el cerebro infantil sufre una interrupción en su desarrollo normal (a efectos neurobiológicos) y cambia a distintos niveles para defenderse del peligro percibido y, así adaptarse a la situación negligente; por ello, hablamos de un desarrollo traumático de la persona, no tanto de un evento traumático puntual. Por tanto, las experiencias adversas (y factores medioambientales) durante la infancia tienen un papel clave en la maduración neurobiológica y psíquica de la persona, que interactúan con los factores genéticos. Las alteraciones en los sistemas neurobiológicos y de regulación del estrés, afectan a las funciones cognitivas y de regulación emocional del niño. Esto puede derivar en una vulnerabilidad de este a padecer diferentes trastornos, como los trastornos del neurodesarrollo. Por ejemplo, según algunos estudios, menores que presentan un vínculo inseguro con sus figuras de apego (o vivencia de más eventos traumáticos), tienen mayores probabilidades de desarrollar TDAH. En la mayoría de las ocasiones, el trauma permanece oculto y las conductas que sí son observables en los menores, pueden abarcar síntomas tan inespecíficos como estados anímicos que varían de un extremo a otro, hipervigilancia, dificultades para calmarse, rabietas o miedo al desapego. Y algo que lo hace más complejo, es que esos mismos síntomas pueden ser originados por trastornos del neurodesarrollo, que ya existían antes del trauma, o por influencias somáticas o físicas (cólicos, dolor físico, etc.). Para comprender la potencia de estas experiencias traumáticas en los primeros años de vida, resulta de vital importancia comprender el sistema de apego que se establece entre el cuidador o cuidadores principales y el niño. Se trata del vínculo que se crea entre ellos, determinante para que el niño se sienta seguro y protegido de peligros externos e internos; y clave en su desarrollo emocional. Por ello, se hace imprescindible, en cualquier proceso de evaluación, una recogida de información detallada de los primeros años de vida del paciente y la relación con sus principales cuidadores, cualquiera que sea su edad. La dificultad con la que nos encontramos, a nivel de diagnóstico, es la inexistencia de una categoría diagnostica que recoja de forma adecuada el abanico de síntomas y la complejidad de los mismos en estos casos. Esto conlleva el gran peligro de tratar sólo una parte de la psicopatología que tenemos enfrente, y no hacerlo de una forma global que restaure el equilibrio psicológico de la persona. El autor, y experto en trauma, Bessel Van Der Kolk propone una categoría diagnóstica de Trastorno del Trauma del Desarrollo (TTD) que incluyan los manuales diagnósticos (sin mucho éxito, por cierto). Sus principales criterios serían
Sobreviviendo a la herida infantil: trauma del desarrollo
25 jul 2022
Escrito por:
Marta Davila