El miedo de ver nuestro pasado, la vida de Simba «El pasado, pasado está.» «Ya lo superé.» «Son cosas que pasan.» «No sirve de nada mirar hacia el pasado.» «Enfadarse no es útil.» Estas frases u otras muy parecidas las suelo escuchar frecuentemente en consulta. El pasado pasó, sí. Esto es obvio. Pero, ¿por qué las personas necesitan decirlo? ¿Por qué se enfatiza? ¿Por qué solo se dice cuando los recuerdos son desagradables? Es curioso cuando las personas explican los recuerdos alegres y divertidos, no solo de la infancia, sino de su vida en general y no suelen decir que ya pasaron. Se sobreentiende. Por lo tanto, ¿por qué lo solemos decir cuando explicamos algo que no fue agradable? La respuesta es difícil de ver y más para las personas que viven en esta racionalización porque el pasado pasó, pero las consecuencias del mismo siguen estando presentes. El decirnos que el pasado ya está superado suele ser un intento de nuestro cerebro para autoconvencernos de que el pasado se quedó atrás, que no nos afecta en absoluto o que aprendimos de él y que ahora «eso que nos pasó ya no nos pasaría». Pero no está ni asimilado ni procesado porque, si lo estuviera, no haría falta que se autoconvenciese de nada. En cambio, el cerebro de una persona racionalizadora está constantemente evitando sentir el dolor del pasado y, por ello, autoconvenciéndose de que el pasado no le afecta. Esta forma de no mirar al pasado está muy bien reflejada en la película de Disney «El Rey León», película que animo a que veáis si no lo habéis hecho porque explicaré gran parte de la trama al relatar cómo Simba, el protagonista, huye de su pasado y las consecuencias que se derivan de ello. La película empieza con el nacimiento de Simba, Simba es un hijo muy deseado y aclamado por todos, ya que es el hijo del rey. Todo el mundo tiene una gran expectativa de él, de que sustituirá a su padre, de que será un buen rey, de que entenderá el equilibro de la naturaleza, de que será noble, valiente, etc. Todas estas expectativas recibidas Simba las acepta como parte de sí mismo y, como cachorro que necesita ser reconocido por su padre, busca cualquier forma para cumplirlas. Para ello, busca formas de sentirse valiente como él y esta valentía le provoca meterse en problemas. Cuando están a punto de sobrepasar una norma preestablecida, su compañera Nala, que tiene miedo, le dice una frase muy bonita y certera: «ser valiente no quiere decir que busques problemas». Pero Simba, en ese momento, ya ha asimilado las expectativas de los demás y las ha interpretado a su manera, generando así una autoexigencia personal para ser «como su padre, valiente». Sin embargo, la familia y amigos cercanos lo único que desean es que Simba sea feliz. La necesidad de cumplir una expectativa es uno de los peores enemigos de la infancia, ya que indirectamente se genera la sensación de no ser suficiente si esta no se alcanza. Por ello, se genera una necesidad de cumplirla, de sacar buenas notas, de ser buen niño etc. Como la persona no siente que la alcanza, se crea una sensación de malestar consigo mismo. Como no se quiere sentir así, busca desesperadamente cumplir la expectativa y, aunque otras personas lo contradigan, como Nala en la película, la persona no podrá asimilar la información. Cuando Mufasa (el padre de Simba) le comenta que tuvo mucho miedo por si lo perdía, él parece sorprendido. Seguramente piensa: « ¿Cómo mi padre, la persona más valiente que conozco, tiene miedo? ». Viviendo en esa vida de autoexigencia, para él es inconcebible. No obstante, es natural que un padre tenga miedo si peligra la vida de su hijo. La muerte de Mufasa Siguiendo con la trama de la película, después hay una serie de sucesos que hacen creer a Simba que ha matado a su padre. Este suceso es un evento traumático porque se convierte en su primera experiencia de muerte. Simba vivió una situación imprevisible (hubo una estampida), no tuvo suficientes recursos para huir ni para poder salvar a Mufasa. En este evento traumático, también suele surgir la sensación de culpa, porque busca en el pasado qué podría haber hecho él para salvar a su padre, dónde se equivocó o qué hizo mal. Esta reacción suele ser muy habitual, debido a que el cerebro todavía necesita asimilar lo que ha ocurrido, negándolo y buscando un relato que cambie el momento del suceso traumático, porque el evento es tan intenso que no se puede procesar. La visita a su tío Scar En ese momento de shock emocional ante un trauma, acude su tío Scar y le confirma que todo ha sido por su culpa y que, si no hubiera estado allí, su padre seguiría vivo. Esta información es muy dura para Simba, todo lo que pensaba se ha hecho realidad. En este momento de la película, se producen tres eventos traumáticos en muy pocos segundos. Primero, se tuvo que enfrentar al evento traumático de la muerte de su padre. Segundo, al trauma de haberle ocasionado la muerte. Tercero, al hecho de no estar a la altura de las circunstancias y de no haber cumplido las expectativas. Evidentemente, Simba no mató a su padre, fue su tío Scar. Pero más allá de este punto, Scar culpabiliza al niño por algo que no hizo de forma intencionada. Este tipo de culpabilización suele ser frecuente tanto a nivel educativo, familiar y personal. Por ejemplo, a un niño con TDAH se le suele culpabilizar porque no atiende cuando la realidad es que no puede atender. O a un niño con dislexia cuando se le dice que «eso de las faltas es por no leer». La culpa es del niño aun cuando la intencionalidad de hacerlo «mal» no está. La persona quiere atender y no puede, quiere leer pero no puede. Dado que no cumple la expectativa de los demás, siente que ha hecho algo malo y que no es suficientemente bueno. Esta culpabilización provoca un mayor daño emocional sin que la persona obtenga un aprendizaje de ello. Cuando Simba vive estos eventos traumáticos empieza a huir de su pasado. Corre hacia cualquier sitio sin mirar atrás, con una única premisa: cuánto más lejos, mejor. Por casualidad, encuentra a dos compañeros que siempre tienen una sonrisa en la boca y dicen la frase tan famosa de «Hakuna Matata, vive y se feliz». Simba les intenta explicar lo que ha hecho, lo que le ha pasado pero, de repente, le paran y le dicen que no es importante, que ya pasó, que lo importante es vivir en el presente, ser feliz y divertirse. Esa etapa de la adolescencia «alocada» es donde la mayoría hacen cosas sin pensar mucho (o nada) en las consecuencias de los actos porque tiene una finalidad muy clara, evitar pensar en el pasado. Hay una necesidad de hacer muchas cosas, como si la persona estuviese huyendo de sí misma. Otra forma de vivir En la película, esta forma de huir no solo la vive Simba. Pumba (uno de los compañeros que encuentra en su huida) explica en una escena que, cuando era más pequeño, se reían de él. Lo explica como si el pasado ya no fuese importante. Lo que ahora hace Pumba es minimizarlo, reírse de ello y no pensar en lo que ocurrió. Sin embargo, cuando alguien le dice algo hiriente, se enfada descontroladamente sin poder evitarlo; por lo tanto, el pasado no está tan pasado. Simba, por su parte, se repite mil veces «Hakuna Matata, ¡vive y sé feliz!» e intenta ser feliz y pone todo su empeño pero no es capaz de hacerlo. Hay una parte de sí mismo, una parte muy escondida que, de tanto en cuando, reflotan la tristeza y la culpa. Aunque ese suceso traumático sucediese hace muchos años, sigue estando presente en él, sigue estando allí. En la escena en la que sus compañeros y él están viendo las estrellas y están sacando ideas de qué serán esas luces que brillan en el cielo se representa muy bien la presencia del trauma de Simba. Cuando dice que son los reyes de antaño que los están observando (frase que le dijo su padre), sus compañeros se empiezan a reír. Si el pasado es tan pasado, ¿por qué recuerda a su padre? Y ¿por qué le afecta que se rían, cuando se han reído de otras tantas cosas que ha dicho sin que le afectase? Simba tiene los ojos tristes, se levanta y se va melancólico. El reencuentro con Nala Cuando se reencuentra con Nala, él está muy contento de verla pero, cuando le propone volver a su casa, a su pasado, a Simba le da miedo. Le vuelven a venir sus fantasmas y huye. Nala le explica que lo necesitan como rey, información que le hace tener más miedo, por lo que, literalmente, empieza a correr tanto de la muerte de su padre como del trauma de no alcanzar las expectativas que tienen los demás sobre él. Les falló, se falló y no puede volver a fallarse ni a fallar a los demás. Él siente que no es alguien digno. Cuando huye, se encuentra a un antiguo compañero de su familia, Rafiki, que le pregunta « ¿Quién eres? » y Simba expresa no ser nadie, a lo que Rafiki responde que «todo el mundo es alguien». La cuestión no es si eres alguien o no, es si te reconoces y te aceptas tal cómo eres. Rafiki también le explica que el pasado puede estar afectando al presente y, para explicárselo, le da un golpe en la cabeza a Simba. Simba se queja y le pregunta « ¿Por qué hiciste esto? » y Rafiki le replica «No importa, está en el pasado». Es una respuesta muy acertada, ya que, si Simba siempre dice que el pasado, pasado está, ¿por qué le importa una cosa que le pasó en el pasado? Simba, sin comprender aún las palabras de Rafiki, contesta: «Sí, pero me dolió», por lo que Rafiki contesta «Oh, sí, el pasado puede doler pero, según lo veo, puedes huir o aprender de él». ¿cómo aprendemos del pasado? Aceptando que existe, comprendiendo que está allí, entendiendo que nos afecta. También es muy importante comprender que lo que hicimos era lo mejor que sabíamos hacer en ese momento. Cuando ha vivido un evento traumático, es importante asimilar no solo lo que pasó, sino también lo que se sintió y lo que no se pudo expresar en su momento. Asimismo, también es importante ver lo que no pasó. Simba, tras la conversación con Rafiki, duda acerca de qué hacer y aparece ante él una visión de su padre que le dice «recuerda quién eres». Se podría interpretar esta frase como la constatación de que hasta el momento estuvo huyendo del pasado, de las cosas que le gustaban, de la gente con la que se sentía bien y de sí mismo. Para volver, necesita volver al origen, a ser él mismo. Al aceptarse cómo es, asimilar lo que pasó, lo que hizo y lo que no hizo, entiende que no tiene que exigirse ser otra persona, porque él es cómo es y está bien ser así. En ese momento, Simba cambia y vuelve en búsqueda de su pasado, porque es consciente de que hay cosas que tiene que resolver. Al final de la película y tras haberse enfrentado a sus miedos, vemos la cara de Simba, la cara de estar en paz consigo mismo y con los de su alrededor. Es curioso como esta cara de paz no aparece cuando está huyendo, sino que aparece cuando está intentando vivir el presente. Solo aparece cuando se reconcilia consigo mismo. Para concluir, es muy habitual que intentemos evitar el pasado porque duele enfrentarse a él, porque creemos que las cosas ya pasaron y que no nos afectan. Esta visión es una forma que ha tenido nuestro cerebro de protegernos del daño que ha causado el pasado, que nos afectó y que nos sigue afectando. Cada uno a través de nuestro camino nos iremos dando cuenta, como Simba, de que ese pasado que teníamos tan enterrado no lo está tanto y podemos trabajarlo para conseguir estar mejor. Ferran Vilalta psicólogo en Unidad Focus
El miedo de ver nuestro pasado, la vida de Simba (El rey León)
09 abr 2020
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