La ansiedad es una de las maneras que tenemos los seres humanos para garantizar nuestra supervivencia, ésta implica cambios, adecuaciones a todo tipo de condiciones o situaciones que pueden ser previsibles y/o inesperadas. La ansiedad y el estrés son reacciones normales, adaptativas y funcionales. Sin una cuota de ansiedad no podríamos sorprendernos, emocionarnos, enamorarnos, enojarnos.
En definitiva, sentirnos vivos.
La posibilidad de adaptarnos a lo nuevo se produce por la evaluación automática y permanente de la experiencia almacenada en la memoria comparada con el estímulo actual. Se establecen relaciones de semejanza entre los datos y si hay coincidencia se sigue sin cambios, si existen diferencias importantes se revisan y se hacen los ajustes necesarios para afrontar el acontecimiento. Esto ocurre con el fin de mantener el equilibrio de nuestro organismo a través de regulaciones constantes imperceptibles.
Cuando el cerebro percibe un estímulo que valora como amenazante se producen cambios a nivel fisiológico, cognitivo y de la conducta como forma de respuesta para responder en forma de defensa, ataque o huida: Se acelera el ritmo cardíaco y respiratorio, los músculos se tensan y aumenta el alerta para responder con rapidez; es una respuesta adaptativa de ansiedad-estrés, puede ser adecuada o no, que nos prepara para la emergencia. Una vez pasado el evento percibido como peligroso en la mayoría de los casos todo vuelve al estado inicial.
Estos cambios implican un importante esfuerzo a nivel emocional y cognitivo tanto para las respuestas como para volver al estado basal y si estas condiciones persisten pueden dejar secuelas.
Según los recursos de que disponga cada uno los cambios serán benignos, pudiendo adaptarse y acomodarse a ellos cuando se dispone de flexibilidad emocional, intelectual y conductual o, por el contrario, existe la posibilidad de enfermar y adquirir un trastorno de ansiedad porque el impacto traumático es mayor cuanto más rígido y estructurado se es.
Cuando alguien vive en un permanente estado de inquietud sin motivo u objeto real estresante, si lo cotidiano le supone un gran esfuerzo mental y físico con una sensación constante de malestar o tensión percibiendo todo como amenazante, sintiéndose angustiado, irascible o sobresaltado podemos considerar que la ansiedad que experimenta es patológica. Del mismo modo podemos considerar que hay patología cuando no se produce el mecanismo de vuelta al estado anterior luego de un evento traumático o estresante.
Después de un hecho conmovedor, según la magnitud del mismo y el significado que se le dé, lo habitual es que se permanezca durante unas horas o días en un estado de tensión, sobreexcitado, preocupado, inquieto, con pesadillas o flashbacks (recuerdo repentino del acontecimiento). Algunas personas se adaptan a este tipo se situaciones y otras no lo pueden hacer y enferman de un trastorno de ansiedad.
El tipo de trastorno de ansiedad que va a desarrollar un individuo depende de varios factores: genéticos (vulnerabilidad transmitida o heredada), biológicos (disfunciones por falta o exceso de neurotransmisores), familiares y sociales.
En la consulta psiquiátrica estará la oportunidad de evaluar los aspectos mencionados y se podrá eventualmente diagnosticar si el paciente está padeciendo ansiedad patológica y cuál de los trastornos de ansiedad está sufriendo, según los síntomas predominantes que presente, para poder así valorar el abordaje psicoterapéutico y/o farmacológico indicado en cada caso en particular.
Patricia Schnirelman
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Ansiedad ¿normal o patológica?
10 jun 2019
Escrito por:

Patricia Schnirelman