Una de las decisiones más importantes y que con más miedo se pueden tomar es ir a terapia.
Es curioso cómo el espacio de terapia me parece un mini-laboratorio donde se ponen sobre la mesa de forma controlada muchos mecanismos y aspectos de nosotros mismos que salen y están presentes también antes o después de cruzar el umbral de la puerta de terapia.
De algunos de estos aspectos de nosotros nos sentimos orgullosos. Otros duelen. Otros no podemos o queremos verlos, aunque aparezcan en sesión y fuera de ella… Aparece todo un desfile de emociones, pensamientos y versiones de nosotros que ocupan diferentes lugares dentro de cada uno: unos están en sitios soleados y ventilados, tranquilos; otros se exhiben en galerías de nuestro interior, con más o menos orgullo, triunfo e ilusión; otros, están ocultos en un sótano y bajo llave; otros, se asoman con curiosidad; aunque tengas treinta años, algunos de esos aspectos tienen cinco años, otros, cuarenta…
Aunque unos sean más desagradables que otros para ti, todos tienen un sentido y un para qué.
“Y he aprendido que lo que más hace sufrir al ser humano es negar o silenciar algunas de estas partes de nosotros mismos”.
Así que, sean como sean estos aspectos de ti mismo, estaré encantada de acogerlos, mirarlos con cariño, no juzgarlos, ver por qué y para qué están y escuchar y pensar qué pueden necesitar.
¿Te animas?